Hace un año, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, proclamaba el estado de alarma debido a la situación insólita provocada por la COVID-19, un virus del cual se apenas se tenía noción, y el que se había empezado a expandir hacía apenas tres meses.

En cuestión de tres meses, la COVID-19, consiguió paralizar el mundo entero, lo que nunca se había pensado y todo lo que se creía improbable para una sociedad tan avanzada como la que tenemos, quedo difuminado en el tiempo justo para reaccionar e intentar paliar los efectos de algo desconocido y que no sabíamos el efecto que podía causar en la humanidad.

De esta manera, fueron las distintas autoridades las que tuvieron que reaccionar y parar un mundo en el que la sociedad no conoció de clases sociales, económicas, trabajos o problemas.

En cuestión de días los balcones se convirtieron en nuestros refugios para tomar aire y sociabilizarnos, el miedo se hizo candente, la positividad inundaba las calles y todo lo que teníamos construido y era cotidiano se calló como la torreta de palillos de un nuño que juega.

Creíamos que los quince días iban a ser el principio y el final, sinceramente la sociedad y la humanidad en general no estaba preparada para lo que nos había tocado vivir, y más teniendo en cuenta el avance que tuvo y que quince días se convirtieron en dos meses.

Mascarillas, guantes, colas insólitas, hospitales desbordados, familias separadas, los que se fueron porque no pudieron resistir, los que consiguieron salir, los que a día de hoy no saben seguir porque esto les ha cambiado su vida al completo, y es que hemos tenido que aprender a vivir de nuevo.

Restricciones, ya no sabemos cuáles fueron las primeras, y seguimos viviendo al día con lo que se nos impone, porque al fin y al cabo prima la salud y en eso estamos todos de acuerdo. Una crisis que está dejando hambres y sectores truncados, pero de la cual tenemos la esperanza de salir y con más fuerza que nunca.

A día de hoy tampoco sabemos que pasará, dónde llegaremos, tenemos claro todo lo que echamos de menos y la intención de volver a vivir todo de nuevo.

Pero sin duda alguna, tras este año de pandemia y lucha además del agradecimiento a la sociedad por su compromiso y responsabilidad para “salir de esta”, el mayor aplauso, el corazón y la esperanza de todos siguen estando con aquellos sanitarios, autoridades, y personas del sector primario (supermercados, fábricas de alimentos, fruta, camiones, pescadores, carniceros…) que han luchado, están luchando y seguirán luchando porque todos sigamos viviendo “con normalidad”.

Quizás, el último y mayor reconocimiento en este año deba ser para aquellos que se fueron, para los que no resistieron, para los que la COVID-19 no tendrá un final porque no consiguieron superarla, para los que tuvieron que irse solos y sin despedirse de los suyos rodeados de cables y máquinas que intentaban darles ese poquito de fuerza, quizás el mayor reconocimiento sea para ellos.

Llevamos un año, no sabemos lo que nos queda, lo único que sabemos es que “saldremos de esta” y está en nuestras manos conseguirlo.

 

2 comentarios en «Un año después de la proclamación del estado de alarma»

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