Entre julio y noviembre de 2018, siete profesionales del centro penitenciario de Huelva fueron intoxicados con metadona.

Elena es enfermera de vocación, madre de dos hijos y una persona con valores. Entre julio y noviembre de 2018, siete profesionales del centro penitenciario de Huelva fueron intoxicados con metadona en algunos de los alimentos que habían ingerido. En algunos casos, ocasionó serios trastornos de salud para las víctimas de esa intoxicación. La investigación policial señaló a la enfermera supervisora del servicio de farmacia del centro.

Después seis años, una condena de la Audiencia Provincial y una ratificación del Tribunal superior de Justicia de Andalucía, se le condeno a una pena de 21 años de cárcel. En este momento, permanece en libertad, a la espera de que se resuelva el recurso de casación presentado ante el Tribunal Supremo.

La redacción de El Condado Noticias ha mantenido una entrevista con Elena, quien cuenta su historia desde el otro lado y con una perspectiva completamente diferente a la que la parte acusadora hace referencia.

ECN: Elena, en primer lugar, ¿podrías describirnos cronológicamente cómo suceden los acontecimientos?

ELENA: Todo comienza el día 15 de noviembre de 2018. Tras acabar mi guardia y enviar algunos faxes a varios laboratorios para pedir algunos medicamentos, me fui a mi casa y horas después (recuerdo que estaba en la cocina hablando con mi marido), recibí una llamada del subdirector médico. Me informó de que algunos compañeros habían enfermado tras el desayuno y habían dado positivo en metadona, comprobado en una analítica de orina realizada por ellos mismos.

Recuerdo que comencé a llorar y quise regresar para ayudarlos, pero el subdirector me dijo que no regresara y fuera al hospital para que me analizaran la orina, la cual dio un resultado negativo a metadona.

En el hospital recibí una llamada de uno de mis compañeros, médico que dijo haber enfermado en su guardia del día 9 de noviembre y que asociaba dicho malestar también, a un cuadro de intoxicación por metadona. Me dijo que estaba también en el hospital para hacerse la misma prueba. Su orina dio negativa tanto en metadona, como en benzodiacepinas. Sin embargo, él decidió recoger posteriormente, una muestra de orina en su domicilio y dijo que era positiva en metadona, decidiendo llevarla al día siguiente al INT.

A raíz de aquel día, otro de mis compañeros, asoció también cuadros sufridos por él, en dos de sus guardias, con intoxicaciones por metadona, en los que dijo que tuvo síntomas similares a los sufridos el día 15.

Nos remontamos a julio de 2018, para ser exactos el 22 de julio, cuando el compañero que principalmente me acusa sufre una supuesta intoxicación a causa de metadona. Yo había estado esa noche de guardia y salí algo más tarde (a las 10:07 ficha su salida), era algo normal en mí, en 2017 me asignaron la gestión de la farmacia. Eso implicaba inventarios, pedidos, protocolos y mucho trabajo extra, lo cual me obligaba a quedarme hasta tarde, ya que era un trabajo nuevo también.

El compañero comenzó su turno de trabajo a las 08:00 del mismo día, traía consigo un gazpacho que planeaba consumir en por la noche, según declaró. Al día siguiente se despertó con vómitos y mareos, fue al hospital, donde le diagnosticaron un cuadro vertiginoso. Al contrario de lo que afirma la sentencia de apelación, donde se habla de un diagnóstico de intoxicación por metadona que nunca existió

El incidente vuelve a ocurrir el 23 de septiembre de 2018 con el mismo compañero, y nuevamente el 9 de noviembre de 2018, cuando según la sentencia, queda probado, que introduje una cantidad indeterminada de metadona en unas lentejas. Y quedó probado, sólo por la declaración de estas personas y los informes inexistentes a los que la sentencia se refiere. En esta ocasión, me hicieron responsable de la intoxicación de dos compañeros (el primero que me acusa y un médico.

El 15 de noviembre un total de seis compañeros, todos enfermeros de la prisión, sufren una supuesta intoxicación de pregabalina y metadona, tras ingerir leche y café en el desayuno. El INT analizó los vestigios de dicho desayuno, encontrando trazas de metadona en los restos de café y en dos briks de leche. De estos últimos, uno había permanecido abierto en el frigorífico desde el día anterior y el otro se abrió durante el desayuno del día 15, cuando yo hacía ya más de una hora que había salido del centro, por lo que no pude introducir dicha metadona en el brik, algo que señala como irrelevante la sentencia de apelación.

Cuando ese día me analizaron la orina en el hospital, no determinaron la existencia o no en la misma de benzodiacepinas, por lo que el día 16, al volver al centro, repetí la analítica siendo positiva para benzodiacepinas. Mi orina se guardó junto a la del resto de compañeros, pero posteriormente se perdió y no volví a saber nada de ella.

En diciembre de 2018, fui a declarar a la jefatura de policía, como lo habían hecho el resto de compañeros. Fui a aportar mi granito de arena para esclarecer el caso, pero para mi sorpresa, me encontré con una situación muy diferente.

La acusación era directa, pero no tenían pruebas para acusarme, tan solo la declaración de un compañero, que dijo que había sido intoxicado con metadona en varias ocasiones y que aseguró que yo era la responsable. Ese compañero omitió en su declaración, que había sufrido un accidente biológico a mediados de julio, que le obligó a tomar un tratamiento, cuyos efectos adversos incluían los mismos síntomas que dijo haber sufrido los días 22 de julio y 23 de setiembre.

“Me estaban acusando de haber intoxicado a mis compañeros y me gritaban que confesara que, había sido yo quien lo había hecho”.

Nunca aportó pruebas que demostraran las intoxicaciones que dijo haber sufrido, pero la policía dio total credibilidad a lo que esa persona declaró. Aseguraron los mismos, que yo aprovechaba el tiempo de más que permanecía tras mi guardia, para introducir metadona en la comida de ese compañero, cuando realmente lo que hacía, era enviar faxes a distintos laboratorios, para pedir los medicamentos que los internos necesitaban.

Asimismo, nunca me preguntaron qué hacía yo en ese tiempo extra, ni se molestaron en averiguarlo. Lo fácil para ellos, fue creer en la versión que les había dado aquel compañero y suponer que aprovechaba aquel momento para cometer semejante atrocidad. “Tuviste mala suerte”, me dijo tiempo después un policía de otra jefatura.

“Te pilló a finales de año, donde dan productividades por caso cerrado”, me llegaron a decir

Es duro que las personas que deberían velar por nuestra protección, puedan llegar a ser tan ruines e inhumanas. Vulneraron el principio fundamental de inocencia que debía asistirme y mostraron un total desprecio por la verdad y una falta de interés absoluto por llegar al verdadero culpable y no se pararon a pensar, que detrás de su desastrosa actuación, había una persona inocente, una familia, unos hijos a los que iban a ocasionarles un gran sufrimiento.

Cuando volví por segunda vez a aquella jefatura, ya acompañada de mi abogado, fui detenida. La policía basó su acusación en la declaración de una única persona, a quien le otorgaron credibilidad absoluta, en la existencia no probada de unas intoxicaciones y en el hecho de quedarme más tarde tras mis guardias, suponiendo que era ahí cuando introducía la metadona en la comida.

ECN: Elena, ¿vas a declarar ajena de todo lo que está ocurriendo y de que eres tú la acusada?

ELENA: Así es, cuando fui a la policía por primera vez, acudí sin abogado, con la intención de colaborar. Tal y como me había dicho mi superior, yo asistí a realizarme mis pruebas y a declarar, mi intención siempre fue ayudar a esclarecer lo sucedido.

Mi sorpresa llegó al entrar allí y encontrarme con un caso ya resuelto. El compañero que me acusó, había acudido semanas antes con su abogado para realizar su declaración. El resto de compañeros también habían declarado, aunque sin la asistencia de abogado. Ninguno de ellos me señaló en sus declaraciones, Fue a raíz de la nefasta actuación policial y de la declaración de esa persona, cuando el resto de compañeros, comenzó a señalarme. Ha sido muy duro ver como compañeros con los que había compartido largos viajes para ir y venir del trabajo a casa y muchos años de trabajo, confidencias, risas y a los que yo consideraba amigos, me hayan acusado de algo tan atroz. Eso es algo que jamás podré entender. Qué motivos podía tener yo para querer hacerles daño. Una pregunta a la que me gustaría que alguna vez ellos me respondieran.

La policía dio total credibilidad a una única persona sin pruebas contundentes, y es que la misma policía admitió que la investigación fue incompleta. Nunca se cuestionaron cosas obvias como, por qué salía tarde de las guardias, ni se exploraron otras hipótesis.

Tampoco se cuestionaron si aquellas intoxicaciones de las que hablaba aquel compañero eran o no reales, nunca se molestaron en averiguar por qué salía tarde de las guardias, simplemente supusieron, pensaron y finalmente aseguraron que lo hacía para introducir metadona en unos alimentos, dando respuestas en Sala como “no lo sé”, “desconozco esa dilación en el tiempo”, “no existen cámaras, indudablemente no puedo comprobarlo” o la mejor de todas “ cuando se toma la declaración a la persona que me acusa, nos dice que había sido Elena y que estaba seguro de ello”. Jamás se plantearon otras hipótesis ni investigaron a otra u otras personas. La declaración de una sola persona fue suficiente para resolver el caso.

ECN: ¿Cuáles son las supuestas pruebas con las que se te acusan y condenan? ¿Cuál es la falta de veracidad que afirmas que hace falta en las pruebas?

ELENA: En las fechas clave que mencionan, el 22 de julio y el 23 de septiembre, coincidí en las guardias con este compañero y solía salir más tarde por mis responsabilidades. Sin embargo, el informe pericial no corroboraba ninguna acusación contra mí.

Nunca se exploraron otras posibles hipótesis, ni se investigaron a fondo las circunstancias del caso. La acusación se basó casi exclusivamente en la declaración de una persona, sin pruebas sólidas que respaldaran su testimonio.

Se me acusó de tener un acceso privilegiado a la farmacia, algo que no es cierto. Quedó demostrado en el juicio que cualquier funcionario del centro penitenciario puede acceder libremente a la farmacia, donde una vez dentro, tiene libre y fácil acceso tanto a la metadona como al resto de medicación, entre ella, los psicótropos. La farmacia se quedaba sola en muchos momentos del día y en su interior no hay cámaras. Yo en noviembre de 2018, repartía metadona en algunos módulos, junto con otra compañera, que era la primera responsable y la encargada de custodiar la llave del armario, donde se guardaba la mayor parte de la misma, pero esa actividad la realizábamos todos los compañeros en otros momentos, cuando por ejemplo estábamos solos en una guardia de fin de semana o cuando faltábamos alguna de nosotras.

Había metadona tanto dentro como fuera del armario de seguridad, el cual, al contrario de lo que debía ser, no estaba siempre cerrado, por lo que cualquier persona que entrara en la farmacia, podía acceder a la misma. Asimismo, había metadona en las estanterías, diluida en vasos, metadona en otros armarios, para hacer uso de la misma por las tardes o en otros momentos donde no teníamos la llave del armario y hasta he llegado a ver metadona tirada en el suelo debajo de las estanterías de la farmacia.

Por lo tanto, si hay un sitio donde es fácil conseguir metadona para cualquier persona, es sin duda en la prisión. Como si no, explicamos la existencia de sobredosis por metadona en internos que no son consumidores habituales dentro de la prisión. Sé que cuesta creerlo, sobre todo para el que lo ve desde fuera, pero es una realidad que todos los que hemos estado dentro de los muros de una prisión, conocemos.

Asimismo, reitero que no era la única que tenía acceso a las sustancias. La sentencia asegura que tenía más acceso que otros compañeros, algo que está demostrado que era falso.

De hecho, sostienen mi culpabilidad en el hecho de que coincidiera en las guardias con el que señalan como “el más afectado”, pero no hay informes que demuestren que esa persona realmente se intoxicó con metadona ni se analizó ningún resto de alimento para llegar a esa conclusión. La sentencia de apelación habla de informes que diagnosticaron a ese compañero como intoxicación por metadona, pero esos informes no existen.

El único informe que realmente existe es el del INT donde tras analizar la muestra de cabello, se indica que esa persona estaba consumiendo metadona desde abril, mucho antes de los incidentes señalados. En el escrito medico pericial, aparece literalmente, “Hay que tener en cuenta que los análisis de cabello solo informan sobre el consumo medio de las sustancias durante el tiempo de crecimiento del mechón analizado, por lo tanto, no permiten determinar la ingesta en un día concreto”.

Los informes de toxicología no indicaban que en esas fechas concretas se hubiera producido una intoxicación, tan solo indicaban que esa persona llevaba consumiendo metadona desde abril, pero jamás supimos de ningún caso en el que hubiera presentado síntomas compatibles con una intoxicación por metadona anterior a julio. ¿Puede una persona que consume metadona desde abril, tener su primera intoxicación tres meses más tarde?

Además, los médicos de la prisión que lo acompañaban en dichas guardias, no detectaron síntomas evidentes como las pupilas mióticas en el compañero, lo que habría sido un indicio importante de intoxicación, médicos con gran experiencia en ese tipo de intoxicaciones que no llegaron a ese diagnóstico en dichas fechas, pero sí cuatro meses más tarde.

El 15 de noviembre de 2018, nos realizaron pruebas a todos los compañeros en distintos hospitales. Al médico que dijo haber sido intoxicado en su guardia del día 9 de noviembre, también se le analizó su orina en el hospital Nisa, arrojando un resultado negativo tanto a metadona como a benzodiacepinas. Sin embargo, este compañero entregó en mano, otra muestra de orina al día siguiente en el instituto nacional de toxicología, la cual era positiva a metadona y el INT, la admitió, escribiendo posteriormente en su informe, que dicha muestra procedía del centro penitenciario, algo completamente falso.

Tanto ese resultado positivo en la orina recogida, analizada y entregada por él mismo, así como el resultado de la muestra de cabello, fueron posteriores a un resultado negativo y válido dado por un profesional médico en un centro hospitalario. Este médico, del que no hay evidencias de que saliera de la prisión, tras enfermar en su guardia, como él declaró, dice la sentencia de apelación que fue “gravemente intoxicado”, pero no acude a un centro hospitalario hasta tres días más tarde.

Ninguno de los distintos profesionales que lo ven posteriormente, asocia los síntomas que él aseguró haber padecido, a una intoxicación por metadona, pero, aun así, la sentencia de apelación sigue asegurando que se trató de una intoxicación por dicha sustancia aun cuando no hay pruebas que lo sostengan, asegurando dicha sentencia, que yo intenté disuadir a ese médico para que no se comiera sus lentejas el día 9, algo que este médico declaró y al que se le dio absoluta credibilidad

Por otro lado, el fallo vulnera principios como:

  1. Vulneración del principio constitucional de presunción de inocencia
  2. Error en la valoración de la prueba
  3. Ruptura en la cadena de custodia
  4. vulneración del principio in dubio pro reo (se descartan hipótesis alternativas)

ECN: Realmente, tal y cómo se corrobora en declaraciones, ¿tu tenían algún problema con tu compañero? ¿Y con el resto de compañeros?

ELENA: Jamás tuve motivos para hacer daño a nadie, mucho menos por las razones que se plantean en mi caso. Aunque es cierto que había desacuerdos laborales con este compañero, nunca llegamos a situaciones graves como han afirmado algunos medios. Ni mucho menos se me hubiese ocurrido atacar así a una persona, por muchos hipotéticos problemas que pudiesen existir.

Él era quien gestionaba las guardias, los doblajes y los días libres, porque ejercía de supervisor en funciones hasta que se ocupara dicha plaza de forma definitiva. En muchas ocasiones, favorecía a otros compañeros antes que a mí. Si yo solicitaba algo, rara vez lo concedía,

mientras que a otros sí. La supuesta discusión que mencionan el día 9 de noviembre, fue por haberle propuesto que pusiera la reunión para repartir las vacaciones de Navidad, el día después de mi guardia, ya que eso me permitiría quedarme la mañana posterior a dicha guardia, teniendo una libranza extra. Este compañero me dijo que no se podía hacer, pero a otra compañera se lo había permitido dos veces la semana anterior. Me enfadé, claro que sí, porque se trataba de un claro agravio comparativo, pero no fue a más, solo le expresé mi desacuerdo. De hecho, la reunión de la que hablo, se realizó otro día distinto al que propuse y fue otra compañera la que pudo doblar después de su guardia.

Esa era la dinámica habitual. A veces le pedía estos cambios, para motivos personales o incluso para adelantar trabajo, pero solía negarse a dármelos.

De hecho, también se ha escuchado que todo era por conseguir el puesto al que ambos nos presentábamos por concurso de oposición, siempre tuve más puntos que él debido a cursos, experiencia, méritos, le había ganado en varias ocasiones, aun así, no me parece un motivo para hacerle algo así a nadie, ni fastidiarme la vida yo.

Lo del resto de compañeros es algo que siempre me he preguntado, pues eran mis amigos, compartía coche con ellos, vivía mi día a día y de repente pasa esto. El médico que me acusa de “envenenar las lentejas” vertiendo metadona en ellas, era para mí como un padre, ese día simplemente le pregunté si iba a comer en la cafetería o en el comedor, lo único que le sugerí fue si quería que comiéramos juntos. Él solía alternar entre comer dentro de las instalaciones y hacerlo en la cafetería, ya que prefería esta última. Apenas probó la comida ese día y rápidamente se marchó a la cafetería.

Posteriormente, afirma que se sintió mal y que sufrió una intoxicación grave. Sin embargo, no acudió al hospital en ese momento, sino tres días después. Ninguno de los informes médicos respalda que haya sido una intoxicación por metadona, de nuevo vuelven a aparecer los vértigos como acusantes.

De hecho, llama la atención para aquella persona sanitaria, o que entienda un poco, que lea los informes de algo que solo se le ha podido pasar por alto a una persona con falta de información al respecto y falta de experiencia en casos como éste, y es el hecho de que hayan tratado la intoxicación con analgésicos y antieméticos. Para el tratamiento de la intoxicación por metadona, tan solo existe un antídoto y es la naloxona, algo que no se le administró a esta persona porque no se trataba de una intoxicación por metadona, como todos han asegurado.

También hay algo que me llamó mucho la atención y fue algo relacionado con el aspecto del cabello del compañero que me acusa principalmente. Él siempre había tenido el pelo muy corto e incluso declaró en el juicio que no había cambiado el aspecto del mismo en esos años. Pero lo cierto fue que, cuando le recogieron la muestra de cabello, contaba con 7 centímetros de longitud y que fue lo que determinó el consumo de metadona por parte de esta persona en los 7 meses anteriores a la recogida de la muestra, algo a lo que nadie ha dado explicación alguna.

ECN: ¿Cómo ha sido tu vida estos años?

ELENA: El impacto emocional ha sido devastador. Me he preguntado muchas veces por qué me señalaron a mí. Es difícil aceptar que compañeros que consideraba amigos hayan decidido acusarme sin fundamentos sólidos y sin un motivo.

Un interno que estuvo dos años con nosotros en la enfermería y que luego, tuve la suerte de encontrarme fuera de los muros, me dijo: “Señorita, no se haga usted preguntas para las que no haya respuestas, porque se hará mucho daño”. A él lo acusaron también de algo que luego se demostró que no había hecho, pero tuvo que pasar dos años dentro de aquellos muros hasta que fue declarado inocente. Es tan complicado no hacerte repetidamente esa pregunta: “¿por qué?”.

Desde el 10 de diciembre de 2018 no he vuelto a trabajar. Mi vida dio un giro drástico, he sufrido depresión severa y crisis de ansiedad, tengo dos hijos pequeños y no he querido que notaran nunca el deterioro de mi situación económica, por lo que me ha llevado a pasarlo mal económicamente y por supuesto he necesitado mucha terapia y apoyo psicológico.

He necesitado medicación y mucho apoyo psicológico, mucha lectura sobre terapia conductual para poder ayudarme a mí misma en lo que buenamente podía. He perdido más de 20 kilos en todo este proceso, pero soy una persona fuerte y de ello he podido darme cuenta en estos años y voy a resistir, por mi familia y todas las personas que me han apoyado en estos seis años, hasta que se demuestre mi inocencia y que no tuve nada que ver con lo que pasó en la prisión hace 6 años.

A día de hoy, me sigo haciendo la misma pregunta: “¿por qué?”. Sigo sin entender por qué fui acusada injustamente y cómo pudo desmoronarse mi vida de esta manera. La justicia ha fallado en mi caso, y sigo luchando para encontrar respuestas y recuperar mi paz.

Durante estos seis años, he intentado reconstruir mi vida estudiando para no dejarme consumir por el dolor y la incertidumbre. Sin embargo, sigo sin entender por qué fui acusada injustamente y cómo pudo desmoronarse mi vida de esta manera. La justicia ha fallado en mi caso, y sigo luchando para encontrar respuestas y recuperar mi paz.

ECN: ¿Qué es lo que sacas en valor de este trance?

ELENA: Estos años han sido un desafío enorme como he explicado anteriormente. Me he esforzado por seguir adelante, pero emocionalmente ha sido devastador, especialmente cuando mis hijos me preguntan por qué estoy triste y por qué ya no trabajo. He tratado de mantener la esperanza, confiando en que al final del camino habrá algo mejor.

Mis familiares y abogados me piden que no me rinda. Ellos creen en mi inocencia y en la posibilidad de que se haga justicia. Por mi parte, sigo luchando, aunque cada día me pregunto por qué me sucedió esto. Nunca me han dicho que sea algo complicado de conseguir y voy a seguir luchando.

Esas palabras de aquel interno, me ayudaron y me siguen ayudando a seguir adelante, e intento dejar atrás preguntas para las que no tengo respuestas, pero es tan complicado que dichas preguntas no vuelvan a mi mente.

«No busques respuestas a preguntas imposibles; solo te harás más daño».

Ese consejo me ayuda a seguir adelante, aunque la herida sigue abierta. Confío en que un día las pruebas que no existen y las suposiciones infundadas serán desestimadas, y podré reconstruir mi vida. Solo quiero volver a tener una vida normal, como la que tenía antes de aquel 15 de noviembre de 2018.

Agradezco el apoyo recibido por muchísimas personas, sobre todo, las que me conocen desde hace muchos años, mi familia, que ha sido un pilar fundamental, mis amigos que han estado siempre a mi lado. A mi compañera y amiga Tere, la única en aquel centro, que me dio su apoyo incondicional exponiéndose a un terrible maltrato psicológico por parte del resto de compañeros. Toda la gente que me quiere y ha creído en mi inocencia desde el primer día. Gracias a todos porque sin el apoyo de todos ellos quizás hoy no estaría contando mi historia.

“No se lo deseo a nadie, ni a mi peor enemigo le deseo por lo que he tenido que pasar yo, pero mantengo la esperanza de que va a ser para algo bonito”

ECN: Actualmente, esperas la resolución del TSJN, ¿crees en la justicia?

ELENA: Después de leer la sentencia una y otra vez, sigo sin entender cómo pudieron llegar a estas conclusiones. Siempre he pensado que hay «una mano negra» detrás de esto, quizás alguien con poder que se sintió amenazado.

Dijo el Ministerio Fiscal en su escrito de mayo del 2021, en relación a este caso, tras haber escuchado todas las declaraciones y haber analizado las pruebas presentadas que, “en el supuesto enjuiciado, ciñéndonos a lo acreditado, descartando construcciones hipotéticas o puramente especulativas, hay duda más que bastante, duda que deberá jugar por el principio pro reo, en favor de la investigada”. Destacó que la prueba que había para incriminarme era básicamente indiciaria y que no había hechos acreditados que me inculparan, pero la realidad es que, a día de hoy, nada de eso ha tenido importancia, ya que me están condenando por puros indicios, suposiciones y sin ninguna prueba sólida que me señale directamente.

Fue una cadena trágica donde una mala actuación policial desencadenó unos acontecimientos que acabaron condenándome. La policía basó las conclusiones de su informe en las manifestaciones del compañero que me acusa, los compañeros afectados basaron su acusación en la investigación policial.

Por otro lado, el Ministerio Público que reconocía la inexistencia de base para sostener la acusación, no duda en solicitar 23 años de prisión a una persona inocente, porque los demás la señalan sin pruebas y finalmente, el Tribunal de apelación asume este despropósito, argumentando su acusación y sosteniéndose en testimonios e informes forenses que fueron aportados en el juicio, en los que hablan de sustancias y fármacos y de la incidencia de éstos en la salud de los afectados, mientras que dichos informes señalan como prueba documental, la existencia de unos informes médicos que no obran en las actuaciones, absolutamente desconocidos, algo que hemos repetido en nuestros recursos pero que no se ha tenido en cuenta.

El TSJA me ha acusado en base a lo que la Audiencia Provincial marcó y creo sinceramente que no se ha tomado la molestia de ver las pruebas, ni los informes y que apenas ha leído muy por encima todo lo que presentamos en nuestro recurso, volviendo a insistir y sosteniendo mi culpabilidad en pruebas que no existen y declaraciones sin fundamento alguno.

Si me preguntas si en este momento creo en la justicia, viendo lo que he tenido que ver, mi respuesta es NO. No se está haciendo justicia en mi caso y no puedo decir otra cosa distinta a lo que me ha llevado a pensar, tras todo lo que me ha tocado vivir, y es que los jueces no están haciendo bien su trabajo. Me encuentro completamente desprotegida y es por eso por lo que me he visto en la necesidad de alzar mi voz y pedir ayuda para que se me escuche.

ECN: ¿Cuál es tu teoría respecto a todo lo sucedido?

ELENA: Reitero, que siempre he pensado que podría haber una «mano negra» detrás de esto. Alguien con un alto cargo en la prisión, vinculado a una organización, pudo haber visto su posición amenazada y utilizó esta situación para apartarme. El verdadero culpable aún está en libertad, mientras yo he pagado un precio muy alto por algo que no cometí e incluso puede que entre en prisión injustamente, algo que, además, destrozará la vida de mi familia, mis padres, mis hijos y sobre todo la mía.

Soy una persona creyente, con grandes valores que me inculcaron mis padres. Tengo una familia maravillosa y unos hijos preciosos y muy inteligentes. Nadie podría pedir más para ser feliz y eso era algo que ya tenía en 2018.

Jamás se me hubiera pasado por la cabeza hacerle algo tan horrible a nadie, mis valores no me lo hubieran permitido nunca, pero en estos largos años me he puesto muchas veces en el lugar de la persona que pudo hacerlo y algo que me llega a mi mente es que, si hubiera tenido la capacidad de llegar a hacer aquello de lo que me acusan, lo primero que se me hubiera ocurrido, hubiera sido parecer una víctima más, llegando al punto de auto administrarme yo misma alguna dosis de metadona. De esta forma, hubiera permanecido, fuera de toda sospecha. Quizás de esa forma pienso que pudo actuar el verdadero culpable.

Actualmente, Elena se encuentra a la espera de la resolución de la apelación presentada al Tribunal Supremo Nacional, ya que el TSJA desestimo el recurso que presentó, ratificó la condena de la Audiencia Provincial. Actualmente Elena está condenada a 21 años de prisión, de los cuales pasaría seis en la cárcel. Lo único que pide es que los jueces hagan bien su trabajo, que lean con detenimiento el recurso presentado por su abogada, analicen con detalle todas las pruebas para que puedan darse cuenta de que no tuvo nada que ver con lo sucedido y la dejen vivir en paz y ser feliz.

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